13/07/2017

Montaña rusa

Parece mentira lo inestable que una puede llegar a ponerse y lo que te puede afectar sobremanera cualquier cosa: una canción en la radio, un anuncio en la tele o una palabra amable incluso. Mi estado de ánimo ha sido cambiante a más no poder estos últimos dos meses, y la verdad es que empiezo a estar harta porque es imposible saber cuándo y cómo ocurrirá: de repente lo único que soy capaz de hacer es llorar. Da igual si antes estaba riendo a carcajadas, es de repente, sin aviso, llega y me llena los ojos y me oprime el pecho. ¿Solución? Ninguna, lo único que puedo hacer es llevar mil pañuelos en el bolso y en el coche, tener siempre a mano un rollo de papel. Bien es cierto que he mejorado en cuanto al rato que paso en el fango, no es como antes y eso me alivia. Siento que las llantinas repentinas deben ser algo como la fuga cuando tengo el vaso lleno, escapes para no reventar y saltarlo todo por los aires. Sin embargo, no deja de agobiarme porque mientras voy de bajada no veo nada más, solo lo oscuro que está el pozo y yo voy de frente, sintiéndome cada vez más atrapada, más oprimida y más desesperada. Siento en esos momentos pánico auténtico a no poder seguir adelante, a no superar la pérdida y a vivir para siempre con esta sensación de culpa que me ha acompañado desde el momento en el que tomé la decisión. ¿Alguna vez os ha pasado que habéis hecho algo “mal” en vuestro trabajo y os habéis ido a casa con la sensación de haber fallado, de no haber hecho bien las cosas? Pues estoy así desde que empezó todo, y no por que tenga culpa de nada (soy consciente) pero quizás mi subconsciente no se lo traga y me está haciendo sentir como una mierda cada día.

Y de repente todo está bien. Me alegra ovular, me alegra hacer una previsión de cómo irá mi ciclo para cuando tengamos resultados. Me gusta pensar lo felices que habríamos sido si las cosas hubiesen ido bien, porque pienso que ahora no ha podido ser pero que más adelante, quizás dentro de no mucho, hagamos todas esas cosas que teníamos planeado hacer con Dàlia con otro hijo. Pero de repente vuelvo a pensar ¿y por qué cojones no lo he podido hacer ahora? Y venga al llanto. De hecho, llevo llorando desde la frase 2.

Río, me hundo, y vuelvo a salir a flote. Y lo que me queda.