15/11/2017

Qué de estrellas en el cielo…

Qué poco dura la alegría a veces. Crees que lo has logrado, ese predictor te dice que lo has logrado. Tienes miedo y saltas de alegría a la vez, tu cielo se abre, se disipan las nubes y empiezas a soñar con un bebé que esta vez sí te llevarás a casa.

Vimos un test posirivo la semana pasada, se me retrasaba la regla, tenía síntomas y aparecieron las dos rallas, una muy tenue. Hicimos uno de farmacia que nos lo confirmó, pues en la pantalla aparecía “Embarazada” y “1-2”. No me lo podía creer. Pero he de confesar que la alegría era contenida, por encima de ella estaban la duda y el miedo. Si el test lo hice el martes, el viernes volví a repetirlo, la raya debería ser más oscura… pero no lo era, sin embargo el test de farmacia, esta vez normal, marcaba bien. Traté de tranquilizarme pensando que la próxima semana repetiría uno digital y seguro, seguro que las semanas aumentarían, tenía que ir bien! Pero el lunes al levantarme vi restos de sangre al limpiarme y no me hizo ninguna gracia. La anterior vez pudimos comprobar que ante la incerteza mi tensión se dispara, así que para curarme en salud (y para salir de dudas, por supuesto) fuimos al hospital para esclarecer el asunto, pero solo nos confirmaron lo que yo tanto me temía: no había nada. No pudieron observar bien mi útero, pero nada daba señales de vida ahí dentro y estando de 6 semanas debería haberlas de manera que me diagnosticaron un aborto bioquímico, que se produce cuando hay fecundación pero algo falla en el momento de la implantación y termina soltándose. Solo podía esperar a que me bajara la regla.
Ha sido extraño, doloroso y decepcionante. Tan doloroso como lo está siendo ésta “regla”, llena de coágulos negros y esa especie de tejido blando enmarañado. Es algo muy común, es posible que me haya pasado otras veces pero que no me haya dado cuenta porque era muy irregular antes del embarazo, pero ahora que mi ciclo es estable me he dado cuenta de lo cerca que he estado y de lo mal que llevo mi duelo, la rabia que me produce tener los brazos vacíos y una habitación llena de cosas cogiendo polvo a puerta cerrada.

La vida nos va poniendo escalones, uno a uno los vamos subiendo. Lo malo es que al irlos superando soy consciente de la cantidad de cosas horribles que nos pueden pasar.