Un makerspace ofrece tantas oportunidades que enfrentarse a la posibilidad de organizar uno puede ser abrumador. Eso es un poco lo que le pasaba a muchos de los participantes de los cursos sobre el tema que hice recientemente para la Generalitat de Catalunya. Hablé sobre la primera edición hace poco (Finalizada la formación sobre makerspaces en Tortosa), y después hice otras cuatro en distintos territorios del territorio catalán.
La idea básica de un espacio de creación es hacer y aprender haciendo. Eso puede ser muy complejo pero también muy sencillo. Podemos hacer grandes inversiones o empezar con muy poco. Pero poner de golpe sobre la mesa el gran abanico de opciones disponibles puede provocar vértigo y hacer creer que, como nunca llegaremos a todo, es mejor olvidarse del tema. Es decir, puede esconder la posibilidad de empezar poco a poco.
Cuando mis hijos me dicen que algo es muy difícil, les respondo que la única manera de hacer asumible lo que parece complicado es practicando un poco cada día. Cuando he tenido que mejorar mi nivel de inglés, la única manera ha sido aprender solo un poco cada día… durante años. Cuando he querido correr una maratón solo lo he conseguido después de entrenar constantemente, de menos a más, durante meses. Y en todos los casos, lo conseguido solo se mantiene si se sigue practicando.
Así que esa idea, que lucho constantemente para aplicarme a mi mismo (no siempre con éxito, claro), es la que intenté transmitir a los participantes de esos cursos: empezad por algo sencillo que os permita echar a andar en poco tiempo y a partir de lo cual podáis después seguir construyendo.
Hace unas semanas me escribieron desde la Biblioteca Comarcal de Mora d’Ebre para explicarme el primer proyecto maker que habían ideado tras el curso: una actividad de realidad aumentada con los usuarios más pequeños. Era algo muy sencillo pero que les permitiría precisamente ponerse en marcha sin tomar grandes riesgos, comprobar cómo respondían los chavales y sus padres y a partir de ahí seguir trabajando en nuevas actividades.
¿El resultado? Excelente. Se empieza pintando unos dibujos y se sigue con el uso de móviles o tabletas, que hacen cobrar vida a esos dibujos. Es una actividad divertida que permite no quedarse en los fuegos artificiales, pues se puede explicar a los niños (de una manera que sea comprensible para ellos) los conceptos básicos relacionados con la realidad aumentada. Por ejemplo:
Creo que siempre es bueno recordar que el movimiento maker es en el fondo un movimiento para el aprendizaje.
Después de esa primera actividad en la biblioteca comarcal, otras bibliotecas de la zona tienen previsto replicar la experiencia. Mientras tanto, estoy seguro de que ya están preparando los siguientes pasos.
Ah, y… ¡también lo explicaron en la radio!