Yo pensaba que no iba a poder ser, que no tendría esa suerte. Doy gracias por haberme vuelto a equivocar.
En Mayo de este año me di cuenta de que no haber hecho fotos a mi hija el día del parto me estaba pensando demasiado y que necesitaba hacer lo posible por volverla a ver. Ya hacía un año que sabía que existía la posibilidad de pedir las fotos de la autopsia, si es que se hicieron, y que no había nada que me impidiera tenerlas si así lo deseaba. Me armé de valor y lo hice, abrí el navegador y busqué el formulario de contacto del hospital que me atendió y mandé un correo a atención al ciudadano contando mi historia y preguntando cómo había de proceder para saber si esas fotos existían y cómo pedirlas.
No os voy a engañar, me ha costado. Me ha costado hasta que una compañera me dió la clave y fue la solución. La doctora que nos hizo el diagnóstico fue la que se movió para conseguirlas, ya que en el archivo no les constaba que hubiera nada de mi caso: ni ecografías ni fotos de autopsia. Me fui de allí con un sobre con los informes que ya tenía, a la mujer que me atendió le pareció bien que me fuera con algo en las manos para no sentirme tan decepcionada. Pero en septiembre me llegó la promesa de que revisaría mi caso, y en octubre el correo que yo esperaba: tengo las fotos.
Nos dieron cita para el 25 de Octubre en el despacho de diagnóstico fetal. El hecho de volver allí me revolvió el estómago hasta el punto de tener náuseas, todo tan familiar, todo tan diferente. No había vuelto a esa planta desde que me hicieron monitores el 24 de Agosto de 2018.
La espera fue larga, había varias parejas entrando y saliendo tanto en las salas de ecografías como en nuestro despacho. Pero al final nos llamaron.
La doctora me recibió con un abrazo fuerte y sincero, le di las gracias nada más entrar. Hablamos mucho rato, sobre el duelo, sobre la necesidad de tener recuerdos, fotografías de nuestros bebés. Ahora además de recomendar verlos les dicen a los padres que se hagan fotos en familia. No sólo del bebé, sino de la familia entera. Me alegré mucho, ojalá hubiera tenido yo toda esa información pero no empezaron a moverse las cosas hasta apenas unos meses después de nuestra interrupción. Le confesé que no las había hecho por miedo, al qué dirían, a que me riñeran si veían que las hacía, a que tenerlas me resultara más doloroso. Me equivoqué tanto… pero allí estábamos, dos años y medio después para enmendar el error. Para volver a verla, listos y ansiosos.
Es tal como la recordábamos. Yo me había endulzado el recuerdo, es cierto, pero cuanto más la miro más la reconozco. Su nariz chatita y ancha, sus ojos cerrados. Las piernitas flacas y esos pies grandes con las puntitas blancas. La herida de la frente de romperme la bolsa.
No es una foto bonita. Es una foto que tomó alguien, con mucho cuidado en colocarla, para fines médicos. Es una niña de 23 semanas de gestación, un feto a la mitad de su crecimiento y, aunque lo tenía todo, las proporciones no son las de un bebe tal y como lo conocemos. Su piel es tan fina que su color no es rosa, sino rojo. Su cabeza tenía más volumen de sangre por la colocación en el momento de su muerte por lo que es más oscura que el resto de cuerpo y por eso mismo la planta y los deditos de sus pies eran blancos. Pero es Dàlia. Y es preciosa a mis hojos.
Sé que a muchos les parecerá feo. Innecesario. Morboso. Sé que habrá quien piense que todo esto es revolver el dolor, seguir dando vueltas a algo que no puedo cambiar. Sé que mucha gente no estará de acuerdo o no lo comprenderá, y que seguramente serán los mismos que no entienden el duelo gestacional.
No me impresionó. Solo es una foto, una foto de mi hija. Muerta, si, pero mi hija. Y cuando no tienes nada hasta la cosa más insignificante es un mundo, tener esa fotografía y poder verla para mí lo es todo. Significa poder poner todo en su lugar, haber hecho todo lo posible por ella. Pregunté si podía recuperar su cuerpo y de haber sido posible seguramente estaría moviéndome para hacerlo. He hecho todo lo que he podido por ella, por mantener vivo su recuerdo y ésta foto es una prueba de que mi recuerdo no está vacío porque existió de verdad. Es una prueba de su paso por la tierra. Es una prueba de que no solo tengo una hija.
No es una foto bonita. Es una foto de una niña 4 meses antes de finalizar su desarrollo. Pero es mi hija. Y es hermosa.