15/07/2017

El drakkar

Hace unas semanas, con mi marido, se nos ocurrió que podíamos tatuarnos en honor a nuestra pequeña. No tenemos fotos, no hemos hecho ningún ritual de despedida más que el rato que estuvimos con ella en el hospital, así que pensamos que era una buenísima idea que, además de sentir que hacemos algo por ella, el proceso de curación iba a ser más llevadero (tanto el del tatto como el nuestro). Ese mismo día, al salir de la consulta de la psicóloga, fuimos a hablar con mi tatuador de confianza.

Y aquí estamos, después de tres sesiones tengo en mi brazo un recuerdo precioso: la diosa Frigg de la mitología nórdica, esposa de Odín y madre de todos (enlace a Wikipedia aquí) sostiene un drakkar para alejarlo del mar y de Jörmundgander, la serpiente marina que envuelve el mundo de los hombres, resguardándolo de todos los males de éste mundo. En la vela del drakkar hay una Dàlia, la flor que da el nombre de nuestra hija. Bajo sus manos, una inscripción en futhark antiguo que es una traducción libre en catalán de una de las inscripciones que los vikingos usaban en ritos funerarios que en inglés reza: “May the good mother Frigg hold and comfort you” que nosotros hemos traducido: “Que Frigg la bona mare t’aculli”. En un principio la traducción iba a ser al castellano, pero finalmente decidí hacerla en mi lengua materna.

Es un tatuaje grande, abarca desde el hombro hasta el codo e integra en él un nudo celta tatuado previamente, símbolo de la unión con mi marido. Escogí esa zona porque nuestra hija ha sido fruto de nuestra unión y eso daba más simbolismo aún.

Estoy muy contenta, mucho. Debo decir para no engañar a nadie que ha dolido, el proceso de curación será complicado en algunas zonas pero siento que mi ánimo curará con él y cada vez que lo vea recordaré a mi niña a salvo.

Es un tatuaje grande, aunque no tan grande como el hueco que hay en mi corazón.