Hace tres años ya. Esta va a ser una entrada breve, pues estoy escribiendo desde la cama, en un rato que mi hija ha decidido bajar porque no es aún hora de dormir según ella.
He estado rara desde hace un par de semanas, desde que el calor y la primavera han decidido instalarse por fin. El olor de la mimosa, el polen cubriéndolo todo y esa temperatura agradable de buena mañana, aún fresca pero que sabes que en unas horas te sobrará la chaqueta. Todo me hace volver atrás. Pero estoy bien, hace un tiempo que no lloro. Me emociono muchísimo con todo, pero no lloro.
Toda esa memoria sensorial me devuelve al momento en que me dijeron que había algo, una cosa. Hace tres años ya, ¡tres! Y han pasado como si nada, como una estrella fugaz. Mi vida es tan diferente ahora, tan cambiada. Yo no soy la misma, las maternidades me han hecho… diferente.
Quisiera que todo fuera una pesadilla. Pero fue tan real… Fuiste tan real hija mía, que no puedo olvidar tu olor, tus pies blancos ni como me sentí cuando se llevaron tu cuerpo para no volverte a ver.
Te quiero. Te querré. Hasta siempre.