Hace pocos días terminé de leer Your starter guide to makerspaces, de Nicholas Provenzano. Está bien como introducción al tema, que es precisamente lo que pretende. Está mayormente enfocado a las escuelas y defiende la conveniencia de que ese espacio sea impulsado y gestionado desde la biblioteca escolar. Así es de hecho en buena parte de las escuelas con makerspaces de los Estados Unidos.
Una de las cosas que me gustan de los makerspaces es que conectan de una forma muy natural el juego con el aprendizaje. Facilitan un acercamiento basado en el interés, en el hacer las cosas por gusto. Llevan a la motivación por el aprendizaje a través del fomento de la curiosidad.
He seleccionado tres pequeños fragmentos del libro de Provenzano que tienen relación con esta idea:
Making is a way of thinking. A spirit that is larger than any gadget that can be brought into a room. Handing students paper and crayons can lead to amazing creations in a Makerspace.
The best thing about a Makerspace is that it can support whatever a student or teacher needs if they have the will to make it happen.
Having students spit out exactly what you told them isn’t real thinking. It’s just reading directions and doing what they were told. It’s compliance, and that is boring. We want students to take what they’re given and have the freedom to create something new and exciting.
Contar con muchos materiales y equipamientos sofisticados está muy bien, pero no siempre es estrictamente necesario hacer inversiones millonarias para tener un buen makerspace. Sí que es imprescindible, en cambio, diseñarlo y materializarlo asegurando que sus usuarios tendrán el margen necesario para poder usarlo de acuerdo a sus necesidades, a sus ritmos y sin demasiadas limitaciones previas. Que podrán:
Y que podrán, sobre todo, aprender de todo ello.
