05/07/2017

Negación

Durante mucho tiempo he pensado que esto no podía estar pasando, de hecho hay veces que me acuesto y aún lo pienso. Llevo mi mano instintivamente a mi vientre y pienso, joder, ¿por qué? ¿Por qué tiene que pasarme a mi? Cuento de cuantas semanas estaría, que estaríamos pintando la habitación y pronto sería la hora de hacer compras, montar cuna, preparar la bienvenida pero todo eso no va a pasar, porque me he comido una estadística y ahora todo está cerrado en la habitación. No voy a lavar el carrito, ni montaré muebles por ahora, porque se ha ido. Luego pienso que pronto vendrá alguien que lo pueda usar, esbozo una ilusión en mi mente y me siento culpable, pero no te estoy olvidando, no voy a sustituirte hija, solo pienso en un futuro y espero que no sea muy lejano.

Entonces llega un punto en el que no se qué pensar. No se si hago bien cuando me viene un nombre a la cabeza y pienso que me gusta, no se si hago bien en intentar planear qué haré cuando nos den los resultados de las pruebas; en resumen, no se si hago bien en pensar en empezar de nuevo ésta aventura que es ser madre. Ésto se lo comenté a la psicóloga la última vez que fuimos, nos comentó que suelen recomendar 6 meses. Luego rectificó y dijo “bueno, entre 3 y 6 pero yo veo 3 muy pronto”. Hasta ahora le hemos hecho caso y siempre nos ha aconsejado bien, pero siento que tengo ganas de intentarlo otra vez. De hecho, tengo la absurda impresión de que si llego a la FPP con alguien en camino no pasaré un mes de mierda. No se si es sano, no se si es normal, pero me sentí tan preparada para ser madre cuando tuve a Dàlia en mis brazos que siento que necesito volver a sentirme así. Algunos dicen que todo pasa por algún motivo, y podría decir muchas cosas que me ha aportado esta experiencia, aunque ninguna valía el precio que hemos tenido que pagar. Ninguna. Todavía me sorprendo pensando en las cosas que habríamos hecho con ella y me sigue doliendo tanto que me desespera, hasta que vuelve la misma pregunta de siempre: ¿por qué? Igualmente me habría visto capacitada si ella no se hubiera ido, lo habría hecho bien, todos los miedos que tuve en el embarazo se habrían disipado al sentir su peso en mis manos y ver su rostro, mirándome. Pero en esta historia no había unos ojos abiertos que me mirasen. El calor de mi pecho no reconfortó y mi alma se hizo pedacitos.

Asumo la situación, tengo la suerte de que desde el minuto 1 me han informado correcta y ampliamente y sé qué ha pasado en cada momento. Comprendo que no podía ser de otra manera, que ha sido lo correcto. Pero eso no hace que pese menos en mi corazón.

Sigo pensando que esto no me ha pasado a mi, más inconscientemente quizás pero soy muy consciente de la realidad. Y también soy consciente que es la realidad de muchas personas porque, aunque no he encontrado otro caso de espina bífida, he encontrado muchas mujeres con historias similares, y artículos que muestran unas cifras alarmantes de muerte perinatal, gestacional e infantil.

Ojalá esto nunca tuviera que pasarle a nadie más.

Todos los niños deberían tener una madre, y todas las madres a sus hijos.