26/02/2019

Puerperio, hasta cuándo?

De octubre a aquí ha pasado mucho tiempo, tiempo que se ha esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Mi arcoiris tiene ya 5 meses (¡madre mía!) y cada vez disfruto más de su compañía. Es magia. Lo describo como magia porque no sé encontrar una palabra que se asemeje más a la sensación de criar un pequeño ser que ha crecido en tus entrañas, que se alimenta de ti y se nutre de tus brazos. Que cada vez se parece más a su padre y que lo pringa todo con sus manitas llenas de babas, sus juguetes, tu cara, la manta, tus manos… Es, sencillamente, maravilloso.

Mentiría si os dijera que todo es perfecto. No sé si serán las hormonas del puerperio, de la lactancia o el duelo no acabado pero el hecho de saber qué me perdí con Dàlia en ocasiones se me hace cuesta arriba. Miro a mi hija y pienso cómo sería nuestro vida con un bebé de más de un año, como habrían sido sus primeros meses, si ya andaría, como sería su carcajada. Cuando nos conocimos era muy pequeña, pero al ver a Èlia pensé que se parecía a su hermana, tienen el mismo morrito y los dedos de los pies de su padre. La miro tantas veces y pienso que podrían estar las dos conmigo. La miro y pienso que si no me hubiese tocado la estadística tendría un bebé de un año y no uno de 5 meses y se me parte el alma porque mi hija es lo que más quiero en el mundo. La miro y pido por favor que no le pase nunca nada. La miro y siento una alegría que me desborda porque, sonará topicazo, pero es lo mejor que me ha pasado nunca, es lo mejor que he hecho nunca y me parece increíble que lo haya hecho yo.

Cada día aprendo a ser madre, no nos preparan para ésto. Por muchos blogs y artículos con “las cosas de la maternidad que nadie te dice” que leas no estás ni preparada ni precavida para lo que se viene. Es aún mejor.

He de reconocer que lo nuestro no fue amor a primera vista, ha sido algo que se ha ido forjando a fuego lento hasta que nos hemos fundido. Hace unos meses pensaba que el no haber hecho vínculo durante el embarazo nos había perjudicado, que no estábamos conectadas como suelen estarlo una madre y su cría. Pero hoy, viendo como se ríe cuando la levanto en mis brazos, viendo como me mira mientras me toca la cara me siento bien, me siento una sola con ella. Ésto es amor del bueno, del sincero y puro como el aire de la montaña.

Pienso que no quiero estar en otro lugar, pero que sería mucho mejor si en éste lugar estuvieran mis dos hijas.