Hoy no voy a escribir sobre mi.
Casi se me había olvidado lo terapéutico que es escribir y hoy lo necesito mucho, ya que en casa solo estamos mi pequeña en el vientre, yo y los gatos y tengo un sentimiento de injusticia que no puedo contener.
Hace apenas una hora he sabido que un familiar nos ha dejado, ya no está. De repente. Tenía la misma edad que mi marido, mujer, tres hijos y toda una vida por delante. Es una familia que he admirado siempre, por sus ganas de salir adelante, su espíritu luchador y su fe en que todo tiene solución; nunca se han venido abajo pese a lo mal que lo han pasado, siempre ha habido sonrisas en sus caras sobretodo para sus hijos, los cuatro aunque solo tengan con ellos a tres. Nunca desistieron, nunca se acobardaron, consiguieron salir adelante con su esfuerzo y su trabajo. Por fin, después de muchos años de batalla les salieron las cosas bien. Y ahora él ya no está.
Sigo sin saber por qué la vida nos pone esas trabas, por qué es todo tan arbitrario y tan injusto. ¿Será que no hay hijos de puta en el mundo suficientes que tiene que llevarse a un padre de familia de 43 años? ¿Por qué?
No se describir como me siento. Estoy preocupada, mucho. Por ella, por los niños, por cómo van a ser las cosas a partir de ahora.
No sabían como decírmelo, tienen miedo de que pueda pasarnos algo.
No se cómo describir este sentimiento. Es rabia, es incomprensión, es rebeldía contra algo que no puedes cambiar. Es miedo, pena y desconcierto. Es shock, supongo. Es injusto.
Es injusto.