21/08/2017

Terapia alternativa

Llevo tanto sin escribir… podría decirse que he estado en una nube, viendo pasar el tiempo a mis pies. Hoy quiero hablar de las terapias alternativas, esas que nunca nos creemos y que a veces pueden salvarnos.

Acudí a una cena de amigos, conocidos. No íbamos a ir, llevábamos tiempo sin aparecer y nos dio como cosa presentarnos el día que había comida, pero 10 minutos antes de la hora de reunión nos convencieron. Ver de nuevo a toda la gente fue bueno, todo el mundo ha vivido preocupado por nosotros los últimos meses y supongo que salir de casa hace ver a los demás que te vas recuperando. Llegó la hora de cenar, pasamos a la mesa larga que nos habían preparado y nos sentamos enfrente de una pareja y empezamos a hablar de temas de trabajo, de oportunidades, de cosas de la vida. La mujer, a la que ya conocía pero no suele venir mucho a estas reuniones, aprovechó una escapada a fumar para sentarse a mi lado al volver y se fijó en mi tatuaje. Hace unos 8 o 9 años me tatué en el antebrazo los chakras, tuve una época muy espiritual que marcó un pequeño cambio para mi, y al final acabé tatuándome. Ella lo había visto de lejos y eso le dio la entrada para acercarse y hablarme de su trabajo: es profesora de reiki. Estuvimos hablando de las energías que nos mueven, de la importancia de ser seres equilibrados en todos los sentidos. Me dijo que llevaba rato viéndome, apagada y mustia, sin brillo en los ojos y que de lejos veía que tenía dos chakras cerrados. Hablamos de mi situación, del duelo pero me dijo que estar de duelo no significa verlo todo negro, que cuanto más pensara en negativo más negatividad atraería para mí. Sinceramente, pasé mi embarazo con mucho miedo a no saber hacer las cosas, o a que le pasar algo al bebé. Obviamente lo que nos ha pasado ni era previsible ni se podía prevenir, pero tener una actitud positiva puede ayudarte a conseguir lo que quieres. Acabé pidiéndole cita.

Llegué a su casa y el aura que la envuelve es acogedora, ella es una mujer que transmite paz y su hogar es reflejo. Me acompañó mi madre, suerte porque no tenía el coche disponible y se ofreció a acompañarme. Normalmente estas cosas se hacen en privado, pero al saber el motivo por el que yo estaba allí dejó que nos acompañara en la sesión. Estuvimos hablando de lo que percibía sobre mi (me clavó) y me dio unas pautas para cambiar mi forma de pensar en negativo y abrirme al mundo, perder el miedo. Me tumbé en la camilla, sin zapatos y empezó a guiarme en la relajación. Usó esencia de lavanda o naranja o algo así para ayudarme a relajar el cuerpo. Con las manos en mi cabeza me guió a través de prados, colinas y bosques. A mi me costaba mantener las lágrimas y de vez en cuando soltaba alguna, al hablarme de valles y caminos recordé a mi abuelo, que estuvo presente todo el rato, imaginé ese recorrido de su mano. No se en qué momento separó sus manos de mi cabeza y empezó a bajar por mi frente sin tocarme hasta detenerse sobre mi pecho. Empecé a sentir calor, como si me hubieran puesto una manta eléctrica encima. No recuerdo por donde íbamos en ese momento, pero recuerdo que cuando empezó a tratar el plexo solar me hacía visualizar qué quiero. Ahí si se puso la cosa rara, mis costillas ardían y el aire se volvió denso. Estuvo un buen rato, le costó abrirlo y yo creía que iba a salir ardiendo, un calor intenso se apoderó de mis huesos y mis entrañas un buen rato. Lo consiguió y siguió bajando, hasta llegar a mis pies que volvió a tocar con un pequeño masaje. Luego cuenco tibetano y más lavanda. Cuando abrí los ojos empecé a llorar, ella estaba sudando. Mi madre que estaba al fondo de la salita comentó que había sentido calor en un momento, allí había pasado algo. Y entonces nos habló de mi abuelo, no solo había estado en mi imaginación sino que de alguna manera ella lo había percibido. Le dijo a mi madre que tenía el triángulo nasolabial como él (cosa cierta) y yo recordé los labios de mi hija, que eran como los suyos.

Cuando recuperé la compostura nos dipusimos a salir, no sin antes ver que mis ojos volvían a tener un brillito que, aunque muy pequeño, demostraba que algo había funcionado. Afuera lloviznaba. No quiso cobrarnos nada y nos fuimos a casa pensando en lo que había pasado y en qué cambiaría a partir de ese momento.

Como curiosidad, ese día también me vino la regla, adelantándose algunos días. Puede ser casualidad, puede ser influencia de la experiencia que viví pero al llegar a casa empecé a sangrar fuerte, sin pasar por los días de manchado previo que siempre he tenido y que tuve con la primera regla después del parto. ¿Lloraba también mi útero?

 

Se que para algunos las historias de energías y chakras les sonarán a chaladura, pero creedme cuando os digo que no me invento nada. Desde entonces estoy positiva, no tengo miedo de enfrentarme a los resultados de la autopsia que, pese a que todos los médicos nos dijeron que no encontrarían nada más de lo que ya sabíamos, me horrorizaba ir a recogerlos. Ese peso en el pecho, la sensación constante de culpa y malhacer han desaparecido y no me siento una fracasada, puedo aceptar que me haya pasado a mi y no sentir rabia y desprecio por otras embarazadas. Poco a poco me voy reconciliando con la vida, sabiendo que la próxima vez todo ira bién y deseándolo con todas mis fuerzas.

No se si todo esto de las energías y los chakras serán un cuento chino, pero este cuento chino a mi me ha ayudado a hacer un paso al frente y afrontar la vida con valentía.