31/08/2019

Una vela con estrellas

Y llegó el día, el día en que por fin soplaríamos una vela en un pastel infantil.

La sensación es abrumadora, por una vez todo es tal cual debe ser y es algo increíble. Literalmente me cuesta creerlo, todo ha pasado tan rápido que apenas he podido pestañear, del parto al primer cumpleaños en cuestión de segundos y han pasado 365 días enteros. Aún recuerdo su olor, ese olor penetrante a sangre, dulce, olor a vientre materno y a seguridad. Embriagador, recuerdo que pegué la nariz contra su pelo nada más nacer antes de que le pusieran el gorro y fui comprobando su olor cada día hasta que dejó de oler a recién nacida. Entonces me disgusté.

Es increíble cómo la memoria guarda momentos, olores, temperaturas. Así como mayo me pone melancólica agosto me ha puesto las pilas y me estoy dando cuenta mié tras escribo. Esa sensación de novedad, de volver a empezar, de realización me viene envolviendo estos últimos días, desde que pensé “vaya, el año pasado ya estaba en la sala de dilatación”. El sonido de las máquinas, su corazón que estuvo monitorizado todo el día. Que momentos.

Hicimos una pequeña fiesta en casa, con familiares. Un pastel de los Vengadores y tres velas: un 1 y dos estrellas. No podía ser más perfecto, esas velas me encantaron en cuanto las vi.

Hoy va a ser una entrada corta, últimamente no tengo mucho tiempo de escribir. Ojalá pudiera dedicarme más al blog pero tengo tantas cosas que hacer que es imposible sentarme y dedicarme un rato en exclusiva.

Nunca pensé que un año entero pudiera pasar tan rápido. Siempre lo dicen, que el tiempo pasa muy deprisa cuando tienes bebés. Mira, ahí he de reconocer que tenían razón todos!

El mejor y más rápido año hasta la fecha. Cuanta razón.